A veces creo que nunca conseguiré aquello que busco en un hombre, y es precisamente porque tengo tan claro aquello que quiero, que elimino todo lo demás.
Mi problema es que no puedo entregar lo que muchos quieren, la piel.
La piel, aquello que la biología nos regaló para no mostrar lo real, esa misma que nos permite sentir aquello que nos da tanto placer, tanto dolor o ambos... Me limité a no entregársela a nadie que no me juré un beso por la mañana y otro por las noches y días consecutivos en un tiempo conjunto.
Mi visión conservadora del amor.
Me da miedo sentir el vacío de la mañana, sentir la piel mojada, la cabeza rota, mi cuerpo en un espacio ajeno y mi mente con una soledad que nace con la salida del Sol. Me aterra pensar en las consecuencias que esa noche puede dejar en mi. Me asusta la idea de que alguien me toque y luego me abandone. Me da pena saber que, durante mucho tiempo, obvié todo esto.
Le tengo miedo al contacto físico, esa es la verdad... sentir que algo ajeno a mi está siendo parte de mi cuerpo, me da escalofríos, más allá del placer que puede provocarme.
En este caso de mi vida, lo psicológico supera a la piel, y sus deseos más ocultos de entregarse por la noche y después, volar.
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